jueves, 30 de octubre de 2014

¿Quién dijo que todo está perdido?

Los cortes de luz siempre suelen traer aparejado un mar de ideas y emociones. Será que estamos tan sumergidos en los medios masivos de comunicación, que conectarnos con nuestro interior resulta un oficio "intrascendente" para cualquier persona que no esté interesada en los campos humanísticos.
Luego de tres años y medio, creo que llegó el momento de plasmar y poner en palabras, una de las experiencias y situaciones más límites que "me tocó" o (preferiría decir) elegí vivir. Pero antes de profundizar en las emociones más crudas, invito a los opinólogos, a los desconectados de sí mismos y a los incapaces de comprender y empatizar con el dolor ajeno, que se larguen.

En ese entonces, tenía 20 años, trabajaba, me la pasaba yendo a recitales y a la cancha con mis amigas, las de siempre. Tenía ganas de estudiar (ya había empezado varias veces antes), pero el horario del trabajo me lo impedía. Tenía una especie de "novio", por decirlo de alguna manera, del cual estaba totalmente "enamorada" (y va entre comillas porque al pasar los años y trabajar con uno mismo, te vas dando cuenta de partes tuyas y configuraciones que repetimos y están muy lejos de ser amor sincero y verdadero), pero volviendo al allá y entonces, podía sin duda expresar lo boluda que me tenía el pibe! Esa noche era una como tantas otras: hacía calor, íbamos a La Reina con mi amiga y allá nos encontrábamos con ellos (los pibes y él: Octavio). Todo venía pasando como siempre, pero ni yo ni nadie sabía lo que me iba a esperar cuando saliera de ahí... Y así fue, nos dividimos a ver cómo nos íbamos y la mayoría nos volvíamos en bondi (yo me iba para Haedo con ellos). Viene el colectivo (136) y los pibes se habían subido una parada antes; cuando lo paro, no me abre la puerta (nunca la abrió...) y ÉL quedaba arriba y yo abajo. La puerta nunca se abrió, el chofer aceleró y ahí pasó TODO. La rueda del colectivo pasó por encima de mi pierna izquierda. No voy a entrar en detalles de cómo fue porque no es relevante para lo que quiero expresar acá ni tampoco para mi memoria. Fueron 8 meses en total los que estuve internada, en donde experimenté en carne propia lo que es el DOLOR FÍSICO llegando al 10, a ese momento donde ni siquiera podés hablar, solamente pensar y desear con todas tus fuerzas que de a poco vaya pasando... No me quedó opción, no pude elegir, tenía que poner el cuerpo literalmente, porque si no, podía perder la pierna o aún peor, se me podía desatar una infección en todo el cuerpo. Dos veces por semana iba al quirófano, además de la morfina, la colostomía que se vieron obligados a hacerme y tantas cosas más que son imposibles de enumerar. De lo que me siento orgullosa es de la fuerza intrínseca que saqué de mi alma para poder enfrentar cada día. -"Cada día era uno menos..."- Y de mis amigos y mi tía, si de algo estoy infinitamente agradecida es del apoyo que recibí de todos, JAMÁS ME DEJARON SOLA! No puedo decir lo mismo de Octavio, ni tampoco lo juzgo por eso, pero sería incongruente conmigo misma sino digo que me dolió en al alma... Ojo! Yo le pedí que deje de venir, es que de las visitas médicas ya estaba acostumbrada.

Por supuesto que tuve que re-aprender a caminar, a subir las escaleras, a sentarme, etc. Cuando me dieron el alta, sentí una felicidad tan PLENA que me llenó de vida. Sí, era LIBRE de nuevo; podía sentir el aroma del pasto de nuevo, del viento, el Sol maravilloso que me esperaba afuera. ¡Tanto había soñado con ese momento! 

Y si bien parece el final, ésto fue recién el comienzo. El comienzo para re-armar el rompecabezas que tenía mi psiquismo, el comienzo para poder amar a un cuerpo (o la mitad) ajeno y totalmente extraño al que era... ¡Esas no eran mis piernas! Y no sólo por la cantidad de cicatrices, sino también por la desproporción de masa muscular entre una pierna y otra. Me negaba a mirar fotos viejas, a mirarme al espejo, a usar shorts o polleras. ¿Tanto tenía que mirar la gente? Y sí... la gente mira, hasta yo también miro. Después de mucho trabajo conmigo misma, empecé a darme cuenta que el problema no es la mirada de ese otro desconocido, el problema yacía en lo que YO le otorgaba a esa mirada (sí, llena de prejuicios hacia mi misma). ¿Qué me pasaba a mi con la mirada del otro? Así empecé un proceso maravilloso de auto-conocimiento, donde conocí personas que hoy se volvieron fundamentales en mi vida cotidiana. Lamentablemente, todavía no estoy en condiciones de afirmar que ya sané esa "herida", el tiempo emocional es muy diferente al digital. Mi cuerpo sigue enojado y muy dolido por todo lo que sufrió... Ya no tolera ni que le duela la cabeza! Pero yo sé lo que es un proceso, sé lo que es tener paciencia y (aunque no me guste), también aprendí a esperar. Soy lo demasiado valiente como para seguir atravesando este río y sé que no voy a ahogarme; todo lo contrario, cada paso será una celebración... "Nada me importa más que hacer el recorrido, más que saber a dónde voy."


¡Amo la vida! Y como siempre dije, si me muero es por luchar. Hoy, puedo afirmar que estoy viviendo la experiencia más maravillosa que me podía tocar. Sí, siempre que llovió, paró. Estoy a un mes y medio de tener en brazos a mi bebé, a otra vida que yo misma (junto a mi pareja), concebimos. Yo sé que tuve una infancia y una adolescencia llena de carencias y sufrimiento, ¿Pero cómo no seguir enamorándome día a día de la vida? Si en mi vientre llevo una... y ya te amo con todas mis fuerzas! ♥


¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.