lunes, 3 de noviembre de 2014

Escucha al corazón, ese es el cable a tierra.

Nunca me consideré una persona "con suerte", más bien todo lo contrario. En realidad, todo dependería desde qué perspectiva lo mire. Si me paro en el conformismo, podría gritar con todas mis fuerzas lo afortunada que soy! Por estar viva, caminando; por tener a Tati que me "salvó" y me ama con el alma, por la banda amiga que me aguanta el corazón, entre otras cosas. 
La cuestión es que no me considero exactamente ese tipo de persona, aunque por momentos no tenga otra opción que empaparme en esos recuerdos o actos para seguir adelante, la realidad me abruma: sí, me duele

Duele conocernos a nosotros mismos. Duele vivir en un presente, sabiendo que cada dos pasos, uno va a estar referido al pasado. Y sí, porque otra no queda si elegimos éste camino... porque cada carencia de afecto, de atención, de vínculo, de "mamá", va a repercutir directamente en el aquí y ahora; sobre todo con nuestra pareja: la persona que amamos, la que nos ve desnudos de alma y vulnerables, la que nos hace aprender que para poder ver-lo, primero debemos ver-nos a nosotros mismos, donde se nos caen todas las caretas y la vestimenta. ¿Por qué nos cuesta tanto el amor? diría mi querido Fito, y he aquí la respuesta. Nos cuesta mirarnos a nosotros mismos, nos cuesta ver-nos a través de ese otro que nos devuelve nuestra imagen, que limpia y llanamente nos dice "sí, vos también sos ésto, por más que te asuste, te duela y no lo reconozcas." NOS DUELE SABER QUIÉNES SOMOS REALMENTE, con todo ese menester de amor y desamparo. 

El problema no radica en el otro, en el compañero pelotudo que tengo en la facultad, en la amiga que no aguanto cada vez que habla sobre ese tema, en ese jefe que nos forrea y subestima, NO! El otro es un otro, como podría ser cualquiera, no le demos tanta importancia a una simple persona que nos genera malestar... Empecemos a reflexionar qué es lo que nos trae esa persona, con qué parte de nuestra historia la podemos unir. Es muy fácil echarle la culpa a los demás, así nos despojamos de todo acercamiento hacia nuestro interior. ¿Qué me pasa con el llanto de los otros que no puedo permitir que lo hagan? ¿Será que yo no me permito llorar? ¿Será que siempre me lo prohibieron? Todo tiene que ver con todo, sólo es cuestión de ser lo suficientemente honestos con nosotros mismos como para poder reconocerlo. No es fácil, para nada. Nos cuesta HORRORES volver atrás y ver a esa niña o a ese niño pidiendo socorro para que alguien la/o escuche. Nos cuesta contactar con nuestro niño interior y no porque seamos cobardes ni mucho menos... es que estamos acostumbrados a hacer "borrón y cuenta nueva", a "cambiar de página", en vez de permitirnos SANAR y luego sí, SOLTAR. Desde ya que no nos vamos a encadenar al pasado porque seríamos nihilistas, pero si no nos permitimos empezar a sanar (un duelo, a nuestro niño, un abuso, etc) es casi imposible que podamos soltar y hacer el famoso "borrón y cuenta nueva." Porque nuestras emociones no funcionan tan fácilmente como una goma de borrar (ojalá fuese tan fácil!) No podemos borrar lo que nos dolió, lo que no nos gusta, lo que nos causa rabia o tristeza; algunos tratan de hacerlo, es que todavía no lograron entender lo inteligente e inmaculado que resulta ser nuestro aparato psíquico. Tarde o temprano termina saliéndose con la suya, manifestando de la manera que encuentre (enfermedades, síntomas, angustia, etc) todas esas emociones que tratamos de "reprimir", pero he aquí la mala noticia: la represión fracasó y ahí la podemos contemplar: radiante y con un cartel que grita desesperadamente que la socorramos! Así no sirve, lo único que nos genera es mayor malestar; tenemos que sanarnos para después poder soltarlo con mucho amor y comprensión, entendiendo que ya no tiene que estar acá, que ya tuvo su espacio pero que es hora de dejarlo ir. 

Porque de eso se trata... "Cuando me acepto tal como soy, es ahí cuando puedo cambiar." Aceptación, amor hacia uno mismo. Nada más simple y complejo que esas dos palabras. 

Aprendamos a mirarnos, a aceptarnos y a querernos cada día un poquito más; a abrazar a ese niño, a comprenderlo y a entender que ahora somos adultos y nosotros mismos lo podemos proteger... No es una ciencia, no es filosofía barata ni enciclopedias enteras. Se trata de sentir. Sí, escucha al corazón, ese es el cable a tierra...!




jueves, 30 de octubre de 2014

¿Quién dijo que todo está perdido?

Los cortes de luz siempre suelen traer aparejado un mar de ideas y emociones. Será que estamos tan sumergidos en los medios masivos de comunicación, que conectarnos con nuestro interior resulta un oficio "intrascendente" para cualquier persona que no esté interesada en los campos humanísticos.
Luego de tres años y medio, creo que llegó el momento de plasmar y poner en palabras, una de las experiencias y situaciones más límites que "me tocó" o (preferiría decir) elegí vivir. Pero antes de profundizar en las emociones más crudas, invito a los opinólogos, a los desconectados de sí mismos y a los incapaces de comprender y empatizar con el dolor ajeno, que se larguen.

En ese entonces, tenía 20 años, trabajaba, me la pasaba yendo a recitales y a la cancha con mis amigas, las de siempre. Tenía ganas de estudiar (ya había empezado varias veces antes), pero el horario del trabajo me lo impedía. Tenía una especie de "novio", por decirlo de alguna manera, del cual estaba totalmente "enamorada" (y va entre comillas porque al pasar los años y trabajar con uno mismo, te vas dando cuenta de partes tuyas y configuraciones que repetimos y están muy lejos de ser amor sincero y verdadero), pero volviendo al allá y entonces, podía sin duda expresar lo boluda que me tenía el pibe! Esa noche era una como tantas otras: hacía calor, íbamos a La Reina con mi amiga y allá nos encontrábamos con ellos (los pibes y él: Octavio). Todo venía pasando como siempre, pero ni yo ni nadie sabía lo que me iba a esperar cuando saliera de ahí... Y así fue, nos dividimos a ver cómo nos íbamos y la mayoría nos volvíamos en bondi (yo me iba para Haedo con ellos). Viene el colectivo (136) y los pibes se habían subido una parada antes; cuando lo paro, no me abre la puerta (nunca la abrió...) y ÉL quedaba arriba y yo abajo. La puerta nunca se abrió, el chofer aceleró y ahí pasó TODO. La rueda del colectivo pasó por encima de mi pierna izquierda. No voy a entrar en detalles de cómo fue porque no es relevante para lo que quiero expresar acá ni tampoco para mi memoria. Fueron 8 meses en total los que estuve internada, en donde experimenté en carne propia lo que es el DOLOR FÍSICO llegando al 10, a ese momento donde ni siquiera podés hablar, solamente pensar y desear con todas tus fuerzas que de a poco vaya pasando... No me quedó opción, no pude elegir, tenía que poner el cuerpo literalmente, porque si no, podía perder la pierna o aún peor, se me podía desatar una infección en todo el cuerpo. Dos veces por semana iba al quirófano, además de la morfina, la colostomía que se vieron obligados a hacerme y tantas cosas más que son imposibles de enumerar. De lo que me siento orgullosa es de la fuerza intrínseca que saqué de mi alma para poder enfrentar cada día. -"Cada día era uno menos..."- Y de mis amigos y mi tía, si de algo estoy infinitamente agradecida es del apoyo que recibí de todos, JAMÁS ME DEJARON SOLA! No puedo decir lo mismo de Octavio, ni tampoco lo juzgo por eso, pero sería incongruente conmigo misma sino digo que me dolió en al alma... Ojo! Yo le pedí que deje de venir, es que de las visitas médicas ya estaba acostumbrada.

Por supuesto que tuve que re-aprender a caminar, a subir las escaleras, a sentarme, etc. Cuando me dieron el alta, sentí una felicidad tan PLENA que me llenó de vida. Sí, era LIBRE de nuevo; podía sentir el aroma del pasto de nuevo, del viento, el Sol maravilloso que me esperaba afuera. ¡Tanto había soñado con ese momento! 

Y si bien parece el final, ésto fue recién el comienzo. El comienzo para re-armar el rompecabezas que tenía mi psiquismo, el comienzo para poder amar a un cuerpo (o la mitad) ajeno y totalmente extraño al que era... ¡Esas no eran mis piernas! Y no sólo por la cantidad de cicatrices, sino también por la desproporción de masa muscular entre una pierna y otra. Me negaba a mirar fotos viejas, a mirarme al espejo, a usar shorts o polleras. ¿Tanto tenía que mirar la gente? Y sí... la gente mira, hasta yo también miro. Después de mucho trabajo conmigo misma, empecé a darme cuenta que el problema no es la mirada de ese otro desconocido, el problema yacía en lo que YO le otorgaba a esa mirada (sí, llena de prejuicios hacia mi misma). ¿Qué me pasaba a mi con la mirada del otro? Así empecé un proceso maravilloso de auto-conocimiento, donde conocí personas que hoy se volvieron fundamentales en mi vida cotidiana. Lamentablemente, todavía no estoy en condiciones de afirmar que ya sané esa "herida", el tiempo emocional es muy diferente al digital. Mi cuerpo sigue enojado y muy dolido por todo lo que sufrió... Ya no tolera ni que le duela la cabeza! Pero yo sé lo que es un proceso, sé lo que es tener paciencia y (aunque no me guste), también aprendí a esperar. Soy lo demasiado valiente como para seguir atravesando este río y sé que no voy a ahogarme; todo lo contrario, cada paso será una celebración... "Nada me importa más que hacer el recorrido, más que saber a dónde voy."


¡Amo la vida! Y como siempre dije, si me muero es por luchar. Hoy, puedo afirmar que estoy viviendo la experiencia más maravillosa que me podía tocar. Sí, siempre que llovió, paró. Estoy a un mes y medio de tener en brazos a mi bebé, a otra vida que yo misma (junto a mi pareja), concebimos. Yo sé que tuve una infancia y una adolescencia llena de carencias y sufrimiento, ¿Pero cómo no seguir enamorándome día a día de la vida? Si en mi vientre llevo una... y ya te amo con todas mis fuerzas! ♥


¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.